El mal y yo – 01 El nacimiento del mal

Posiblemente esta fuerza maligna apareció cuando tenia unos nueve años. Durante una sesión de espiritismo. No se si ya estaba dentro y ese es mi primer recuerdo de ella o ese día se introdujo en mi.

Hasta ese día había crecido como un niño normal… bueno muy normal tampoco. Había llegado a engañar a la psicóloga del colegio con seis años, para hacerle creer que yo era chino. ¿Podéis imaginaros mi poder de persuasión con seis años? Un niño blanco, con ojos azules y pelo rubio convenciendo a una psicóloga de mi origen chino. Esta llego a llamar a mis padres para cerciorarse, por supuesto no por mis rasgos, sino pensando en que mi padre tal vez fuera diplomático y mi nacimiento hubiera tenido lugar en aquel país. No seria la única llamada. Fueron llamados por robar y por dar mas de una paliza a un compañero.

En aquel entonces iba a un colegio de los agustinos y terminaron expulsándome. De esos dos años en aquel colegio recuerdo pasar la mayoría de mis recreos castigado con un cura en la capilla rezando. Aunque esos rezos ahora visto de mayor los usaba para abusar de mi.

Recuerdo sentarme en su regazo en uno de los primeros bancos. Recuerdo sus abrazos y besos antes de comenzar el castigo. Recuerdo como me decía mira a la Virgen María y reza por tus pecados en voz alta. Recuerdo como mientras yo iba rezando el ave María o el padre nuestro el acariciaba mis piernas y me susurraba la oración al oído ¿La oración? No, no siempre era la oración. Recuerdo alguna de esas frases; «Esto es culpa tuya», «El demonio está en tu cuerpo», «Estas caricias son para liberarte del mal», «Mis labios consagran tu cuerpo al señor», «No debes decir esto a nadie pues el diablo se hará fuerte dentro de ti» Recuerdo vagamente sentirme culpable por esas palabras. Yo era el culpable de esos roces, en realidad el demonio en mi interior era el culpable. Recuerdo como algunas veces sentía sus labios en mi cuello y orejas. Recuerdo como otras veces sentía un bulto contra mi trasero y como este se rozaba arriba y abajo. No recuerdo ser obligado a tocar o besar, pero si sentirme mal.

Como niño fuertemente católico solo lo veía entonces como una ayuda por su parte para acordarme de la plegaria y concienciarme de luchar contra el demonio de mi interior. Visto en perspectiva ese cura y ojo digo ese en concreto cometía abuso sobre mi. Posiblemente también sobre otros niños. ¿Quizás con alguno fue a más?

Los castigos el ultimo mes allí se encargo otro cura, el anterior no podía ni verme cuando nos cruzábamos por el pasillo se santiguaba y daba media vuelta. No recuerdo que paso con el. Los castigos de este segundo cura eran castigos físicos en la misma capilla. Me arrodillaba, extendía mis manos y era golpeado con una regla a la segunda semana pasó también algo con el acabando como el primero, esquivándome y santiguándose. A este lo sustituyeron dos quizás mas terroríficos aun. Como el segundo cura me obligaban a ponerme de rodilla frente al altar, pero a diferencia del segundo estos me hacían rezar mientras ellos también rezaban y me salpicaban con agua. No llegaron a una semana. Al final del curso mis padres fueron llamados y les invitaron a sacarme del colegio. Recuerdo a mi padre muy enfadado con ellos. Recuerdo una conversación escuchada por error y como mi padre hablaba con mi abuela. Algo a cerca de que para los agustino yo era el mismísimo demonio.

Pero eso ocurrió entre los seis y los siete años. No recuerdo si realmente pasó algo con los curas, por eso me cuesta creer ese como el primer incidente por eso volveré al acontecimiento que os estaba narrando con los nueve años.

Todo comenzó una tarde de verano en esos años cuando los niños aun jugábamos en la calle y nuestros padres no tenían miedo a dejarnos disfrutar de libertad. Ese verano yo me relacionaba con un grupo de jóvenes entre los doce y los ocho años. Teníamos una especie de cabaña construida en un bosque a la espalda de los apartamentos donde pasaba las vacaciones. En realidad la cabaña era un gran sauce llorón cuyas ramas llegaban hasta el suelo creando un espacio amplio tras estas ramas donde nos reuníamos a charlar y jugar.

En una de estas tardes uno de los chicos mayores propuso hacer una sesión de espiritismo. Por haber recibido una educación profundamente católica en una familia católica mayoritariamente practicante no veía con buenos ojos este tema. Ese día no éramos muchos, éramos solamente cinco y según Roberto necesitábamos dibujar una estrella de cinco punta en el suelo y sentarnos cada uno en una punta. En el centro pondríamos una tabla con un abecedario y una serie de palabras como «Mal», «Bien», «Si» y «No», con una piedra situada en el centro. Si lo habéis adivinado una Ouija. Siempre según Roberto era muy necesario la colaboración de las cinco personas y al final la presión de grupo me pudo uniéndome.

Allí estábamos debajo de las ramas de un Sauce llorón tres chicos y dos chicas sentados en el suelo entorno a una tabla Ouija y cogidos de las manos. Roberto realizó una especie de oración para llamar a los muertos y comenzó a preguntar si había alguien allí.

De primera la piedra redonda no se movió ni un milímetro, pero Roberto siguió insistiendo por un rato. Miguel sonrió, se burlo de Roberto y de la Ouija. En ese momento una brisa movió las ramas del árbol. No había sido una ráfaga normal de aire, la temperatura bajó de golpe y comenzamos a sentir frio cuando la temperatura hasta hacia unos segundo era superior a los treinta grados. Roberto volvió a preguntar y la piedra comenzó a moverse.

N O S O I S M U Y P E Q U E Ñ O S P A R A J U G A R C O N E S T O

Se formo en la tabla

Yo tragué saliva, noté como Pilar trataba de levantarse pero sujeté su mano fuertemente. Roberto negó al aire y preguntó quien era.

V U E S T R A P E O R P E S A D I L L A

Se formo en la tabla

En ese momento como una energía surgía dentro de mi cuerpo justo antes de perder el conocimiento, recuperándolo ya de noche en lo alto del monte a los pies del cual estaba el árbol. Me encontraba totalmente solo y tuve que descender unos mil metros con la luz proveniente de la luna. Cuando llegue a mi casa mi padre me regaño fuertemente eran casi las doce de la noche y mi toque de queda era a las diez. Esa noche me fui a dormir castigado sin cenar.

La noche no fue agradable recuerdo tener un extraño sueño donde unos pequeños demonios torturaban y mataba a mis amigos, realmente fue aterrador y desagradable. Incluso cuando me desperté asustado y sudoroso me pareció ver un ángel rodeado de esos diminutos demonios. La visión fue corta y tras parpadear un par de veces no había nada. Afortunadamente tras una noche siempre hay un nuevo amanecer. Cuando encontré al grupo en la piscina quienes al verme pegaron un salto de miedo. Pilar me gritaba para que no me acercara. Estaban realmente aterrorizados como si estuvieran viendo al mismísimo diablo. Me senté a unos metros de ellos y les pregunté «¿Qué paso ayer?»

Lo siguiente son los hechos mas o menos claros de lo ocurrido según sus distintos relatos.

Tras la pregunta de Roberto mis ojos se volvieron del revés quedando en blanco.

«Soy una fuerza muy poderosa para jugar con ella.»

Salió de mi garganta con un voz extrañamente suave y cantarina.

«Vais a morir, todos moriréis. Vuestros ojos no volverán a ver la luz del sol, vuestros cadáveres yacerán yermos en cajas de madera, vuestra carne se pudrirá y los insectos se alimentarán de vuestras viseras.»

Esa estrofa parecía grabada a fuego en la cabeza de los cuatro. Con esas palabras, las demás diferían según quien la contaba. Tras esa sentencia comencé a flotar y reír. Trataron de levantarse, pero sus cuerpos no les respondieron mi cabeza se giró hacia Miguel.

«Oh pobre incrédulo. Mis hermanos y hermanas te visitarán, tu vida una pesadilla será. Todos los días sus voces oirás, hasta el final de tus días te atormentarán.»

No volvimos a ver a Miguel ni siquiera ese día acudió a la piscina. Con el tiempo su hermana nos confesó que había sido internado en un Psiquiátrico cuando intento esa misma noche acabar con su vida cortándose las venas. Su misma hermana nos contaría sus alucinaciones. Al parecer unos pequeños duendes verdes le perseguían, le decían cosas, le pegaban, le insultaban y le sugerían acabar con su vida.

Volviendo a la historia de ese día; tras Miguel mi vista se volvió a Pilar. Ella comenzó a llorar, rogar y suplicar clemencia.

«Pobre niña, sufrirás y sufrirás, hasta al final morir.»

Dos meses mas tarde le diagnosticaron leucemia. El tratamiento fue terrible y tras dos años murió. Después le toco a Paloma.

«Palomita, palomita, dios no te dio alas pero tu volaras antes de teñir todo de rojo»

El día de navidad Paloma saltó por la ventana de un sexto piso, no murió pero quedó en silla de rueda para el resto de sus días. Según ella nos contó su cuerpo no le obedeció se movió solo hasta subirse a la mesa, abrir la ventana y saltar por ella.

Por ultimo mis ojos se fijaron en Roberto.

«¿Por que juegas con fuerza que no conoces? A tus amigos has sentenciado y tu los veras sufrir antes de morir.»

Roberto no pudo aguantar la muerte de su hermana Pilar, tras su muerte murió de un ataque al corazón.

«En cuanto a este pobre cuerpo mío será y desde el vuestro sufrimiento veré».

«Vais a morir, todos moriréis. Vuestros ojos no volverán a ver la luz del sol, vuestros cadáveres yacerán yermos en cajas de madera, vuestra carne se pudrirá y los insectos se alimentarán de vuestras viseras.»

Tras repetir la primera estrofa desaparecí, simplemente me desvanecí delante de ellos, momento en el cual recuperaron sus cuerpos y salieron corriendo hacia sus casas. Ellos cuatro no volvieron a jugar conmigo, supe de sus vidas pues éramos vecinos y teníamos amigos comunes, pero de mi tenían miedo y jamás volvieron a juntarse.

El mal y yo 01 El nacimiento del mal

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