Namy 01 – El nacimiento de Namy
David y Natalia habían acudido a una presentación de un nuevo juego de rol online como parte del clan “El cáliz del fin del mundo” con el cual jugaba habitualmente David. Natalia en cambio formaba parte del clan secundario, pero iba habitualmente con ellos cuando jugaba o David iba a alguna reunión del clan, por lo cual conocía perfectamente a bastantes miembros y aunque no había recibido invitación si pudo acudir como acompañante de David. En la presentación tendrían la posibilidad de probar el juego y tener un acceso preferente a él, por todo ello el pabellón se encontraba repleto.
El CEO de la compañía subió al escenario comentando las características del juego, para David y Natalia este se flipaba mucho. Hizo mucho hincapié en crear correctamente el personaje pues esto influiría en el resto de sus vidas. Poco le importó a David pues cuando por fin empezó la creación de personaje David al igual que Natalia eligió sexo femenino para su personaje y se centró en hacerlo bonito, dándole por ejemplo una estatura algo baja, sin tener en cuenta las consecuencias posteriores para su futuro.
– Por una vez podrías elegir un varón. – Se quejó Natalia al ver como su pareja volvía a crear un personaje femenino para no variar.
– Mi personaje principal siempre ha sido una sacerdotisa llamada Namy. Mucho antes de empezar a salir contigo y de jugar juntos. Lo siento, es una costumbre. – Miró un rato el monitor y toqueteo varios botones del mando. Intentando ver si podía echar para atrás. – De todas formas, no me deja ir para atrás y esto es una demo. Si nos gusta el juego me haré un personaje masculino cuando salga oficialmente.
– En fin, yo me haré Imsha, espero que me seleccione guerrera. – El monitor solo mostraba un personaje con una ropa estándar de campesina, tanto para Namy como para Imsha. – Al menos mi intención al responder las preguntas ha sido tener una guerrera no una campesina. No solemos tener problema para encontrar party cuando tú vas con la sanadora y yo con la tanque. Aunque ese estúpido ha dicho que a lo mejor ni salimos en la misma ciudad. – Refunfuño ante la posibilidad de no jugar juntos la demo. Según había comentado el presentador. – ¿Siempre tienes que hacerte niñas monas? – Inquirió mirando el personaje de David. Una chica con un rostro perfecto, ojos verdes, pelo corto morado y una altura de 1,55 según ponía la pantalla. Al menos no la había hecho exageradamente tetona o culona, pensó Natalia. La verdad parecía delgada y bastante bien proporcionada.
– El tuyo no es feo tampoco. – David analizó también el avatar de su novia. No tenía una cara jovial como Namy, su rostro parecía más duro, con una mandíbula más cuadrada, pero a pesar de parecer más seria y aguerrida no podía decirse no ser hermoso su rostro. Curiosamente le había dado su misma estatura 1,69. – A ver si me hago un avatar me gusta hacerlo bonito, lo sabes perfectamente. No me gusta estar viendo todo el rato a un maromo musculado. – Natalia sonrió ante el comentario de su novio, pues no tenía reparo cuando salía algún varón bien parecido alabarlo. No hubo tiempo para nada más. El editor dejo de permitir cambios y el presentador comenzó a decir.
– Bien damas y caballeros. El tiempo para diseñar su nueva vida ha terminado. Disfruten a partir de ahora de ella. – Los monitores comenzaron a apagarse y los asistentes empezaron a desaparecer. Voces y gritos de confusión al principio y terror cuando desaparecían los asistentes resonaron por todo el pabellón, algunos incluso iniciaron una carrera para alcanzar la puerta, pero al ponerse en pie se desvanecían. David y Natalia se cogieron de la mano al ver como empezaban a desaparecer los asistentes e incluso ellos también se difuminaban. Hicieron ademan de abrazarse, pero no tuvieron ese momento. David parpadeo y ya no estaba en la sala con las consolas al lado de Natalia.
Ahora estaban en … ¿Una catedral? pensó y no estaba para nada desencaminado. Se encontraba en el interior de una catedral, de pie, justo delante de unos bancos. Acompañando a once personas más a las cuales no conocía de nada, o al menos no le sonaban los rostros a David. Todos los situados junto a él parecían vestir hábitos de monjas o monjes de estilo católicos. Donde en una catedral se situaría el altar aquí había un gran pebetero con un gran fuego ardiendo, en el lugar de un cristo o una virgen en el altar figuraba una estatua en mármol de un hombre con barba larga e intrincada sentado en un trono. Sobre su regazo una espada, su mano izquierda sostenía un libro abierto en posición de lectura y la derecha descansaba plácidamente sobre el brazo del trono. La estatua podría tener seis metros de altura. La catedral de estilo gótico recibía una gran iluminación procedente de las vidrieras, aunque había montones de candelabros apagados en las paredes laterales. ¿Dónde diablos estaba? Todos parecían mirar extrañados sin entender nada. ¿Cómo había llegado hasta ahí? ¿Quiénes eran? ¿Dónde estaba?… preguntaban algunos de los once jóvenes junto a él allí presentes. En lo personal le encantaba el edificio, en otras circunstancias hubiera disfrutado viendo tan magnifico templo. De repente una frase le llamo la atención “Este no es mi cuerpo”.
David no se había parado a mirar su cuerpo embelesado por la belleza del templo, por ello cuando miró hacia abajo y dos senos le pararon la visión se sorprendió. Aunque la túnica no le permitía saber gran cosa sobre ellos era claro. Tenía pechos de mujer. En su cabeza se arremolinaba las imágenes de la selección de personaje. Incluso sus manos notaron correctamente el tacto de los pechos cuando los tocó por encima de la tela, sintiendo como estos eran tocados. En eso se fijó también en sus extremidades, sus manos tampoco eran sus manos. Si eran manos, pero no sus manos. Él tenía bastante vello y estas carecían totalmente de este. Las uñas eran moradas, como las había puesto en el diseño de su personaje, sus nuevas manos parecían más pequeñas y finas. Si estaba dentro del juego, ¿cómo habían logrado crear algo tan autentico? No se habían puesto unas gafas de realidad aumentada, ni conectado ningún tipo de dispositivo extraño para enviar señales a su cerebro. Se pellizcó y notó el dolor producido por este. – Un chico al lado de él se volvió y dirigiéndose a él o bueno a ella.
– Hola bella dama. soy Belial de “El cáliz del fin del mundo”. – Le dijo un joven bien parecido situado a su izquierda. Haciendo una pomposa reverencia.
– ¿Belial? Yo… Somos de la misma hermandad. Soy Namy. – Belial, de todos los miembros de su hermandad debía ser él. El gesto de Belial se torció. Aunque se encontraban en el mismo clan ambos no se soportaban mucho. Belial lo odiaba por ser la healer más apreciada de la hermandad y David odiaba las continuas broncas sobre la optimización de su personaje. Si, el no sería mejor a Belial, pero le gustaba centrarse más en la curación a las bendiciones. Un silencio incomodo se produjo entre los dos. Ambos eran conscientes de su situación en ese momento. En un sitio desconocido donde la única persona conocida resultaba ser un compañero con el cual no se llevaba especialmente bien. La tensión entre los dos se hubiera podido cortar con un cuchillo mientras se evaluaban el uno al otro.
– Bueno, ahora eres mujer de verdad. – Rompió finalmente el silencio Belial con tono burlón. Mientras para David hacerse personajes femeninos era solo por cuestión de estética, Belial consideraba esta costumbre de David como una forma de sacar ventaja de los varones idiotas. Por supuesto si se le preguntaba directamente David respondía ser un hombre, pero en el juego solía rolear su personaje y por lo cual hablaba en femenino. Así la frase de Belial dando a entender como si para el fuera un deseo ser mujer le irrito. – Ahora no podrás escapar de los babosos cuando no te interese soltando tu verdadero sexo, pues ahora eres claramente una mujer. Además, bastante atractiva. – Namy apretó sus puños. Era su único conocido, mejor llevarse bien. Aunque por sus adentro nada más pasaba las ganas de romperle esa perfecta nariz de un puñetazo, pero la diferencia de casi una cabeza entre los dos a favor de él no parecía tampoco darle ventaja para meterse en pelea.
– ¿Soy una mujer? – La pregunta era retórica, sus pechos no parecían engañar y Belial ya se lo había dicho. – ¿Tengo mi pelos y labios morados? ¿los ojos verdes? – Belial le cogió de la barbilla para mirar bien sus ojos.
– Si, así es. Además, te ves muy mona. Me podrías seducir con relativa facilidad. Te has convertido en la típica niñita mona y delicada que todo hombre desea proteger. – Esta actitud de Belial era resultado de años de rivalidad. Sabia como humillar en estos momentos a Namy, por ello no iba a desaprovechar su momento de superioridad sobre ella.
– Belial tío deja de burlarte. Esto es serio. Estamos dentro de un puto juego. Bueno en realidad ¿Quién sabe dónde carajo estamos? Seamos amigos. – Dijo tendiéndole la mano. En lugar de estrechar la mano Belial abrió sus brazos. Confiado David también los abrió esperando un abrazo, pero para su sorpresa Belial posó su mano izquierda en su trasero, la derecha en su cuello y le plantó un beso en la boca. David tardo unos segundos en reaccionar. Pero finalmente le dio un rodillazo en los huevos y lo empujo. – ¿Pero qué coño haces? – Los allí presente se quedaron mirando ante el grito de Namy.
– Tratarte como a una mujer. – Dijo con cierto tono burlón Belial. – Lo siento tenía que hacerlo. De verdad amigos. – Dijo tendiéndole la mano, algo encorvado por el dolor del rodillazo. David suspiro y aceptó el apretón de mano, esta vez sin ningún otro intento raro por parte de Belial.
– Así no se trata a una mujer. Eso es acoso, recuérdalo. – Sentenció bastante enojada con su compañero, pero siendo consciente de no sería la última vez en pasar por ello. Estaba en un mundo de jugadores de MMORPG donde había hombres babosos para parar trenes. – De todas formas, no sabemos dónde está el resto de nuestros compañeros. Por favor seamos amigos o al menos tratemos de no hacernos daño.
Belial asintió en el momento que por una puerta en el lateral de la zona donde debería estar el altar aparecieron trece personas. Estas trece personas se posicionaron delante del gran pebetero en primer lugar una mujer con apariencia de alto mandatario eclesiástico delante y detrás las otras doce personas.
– Bienvenidos a Narashar, a Sarvendel y por supuesto al culto del dios Sarvend. – La sacerdotisa hizo una pausa donde casi todos miraban expectante o murmuraban algo entre dientes. Mientras la mujer parecía ir posando la mirada en cada uno de los doce jóvenes situados delante de los bancos. – Estáis en su catedral, mi nombre es Águeda y soy la sacerdotisa suprema de Sarvend. En cuanto a las dudas de algunos, si como se os dijo esta es vuestra nueva vida. Si morís aquí morís para siempre. – Algunos tragaron saliva, otros maldijeron la situación, algunos levantaron la mano para tratar de preguntar, pero sobre todo se notaba miedo en los rostros de los doce nuevos acólitos. – Aquí la magia, la hechicería y el poder divino es real. Como acólitos y acolitas de Sarvend debéis ser como no, devotos y devotas de nuestro dios. Cuanto más creyentes en él y más fervor le proceséis mayor será el resultado de vuestras plegarias. – El nerviosismo entre los novicios y novicias se extendió. – Belial y Namy cruzaron sus miradas reavivando su rivalidad, pero temerosos de cómo afectaría esto a sus vidas. – Podemos ser comprensivos dentro del culto de Sarvend con vosotros, pero procurar no faltar las doctrinas de nuestra religión en presencia de otros. Si tenéis alguna duda son muy parecidas a las del catolicismo, aun con algunos matices. Por poner un ejemplo nuestra religión no es machista. Para Sarvend las mujeres y hombres somos iguales, pero la rectitud si es un precepto en nuestra religión. Tendréis muchas dudas y preguntas, por ello os hemos asignado un tutor a cada uno entre nuestros sacerdotisas, sacerdotes, inquisidores e inquisidoras, además de tener en vuestras dependencias libros para adquirir más conocimiento.
– También tienen inquisición. Como el cristianismo en la edad media. – Susurró Belial a Namy. Mientras Águeda comenzaba a nombrar a los presentes asignándoles un tutor.